El autor retoma a Héctor Abad Faciolince, quien considera que la televisión es por su naturaleza frívola, inculta y hasta imbécil. Barbero plantea que el texto de Faciolince demuestra un desinterés de los intelectuales colombianos por la televisión al considerar que la incultura es su esencia. Esta discusión plantea como se ha confundido inculto con iletrado, algo que viene desde la misma ilustración francesa cuando “las elites ilustradas, y desde el siglo XVIII, al mismo tiempo que afirmaban al pueblo en la política, lo negaban en la cultura”.

Caricatura de Quino
Barbero habla del “mal de ojo de los intelectuales “en Colombia como una insensibilidad de estos hacia diversos factores entre ellos los medios de comunicación y a los retos que estos mismos plantean; a diferencia de Chile y Brasil, donde hay una corriente que analiza el fenómeno de la televisión, en nuestro país simplemente se opta por “apagar el televisor”
Mientras la mayoría se reconoce por medio de la televisión, todas sus alegrías y frustraciones, una minoría culta denigra de esa cotidianidad convirtiéndola, según el autor, en chivo expiatorio para achacarle varios males de nuestros días condensados en una degradación cultural. Mientras que en el resto de Latinoamérica, países como Brasil, donde además es toda una industria, la televisión se ha convertido en punto de encuentro y análisis. Esto se ve reflejado en diversos ensayos que se han escrito a partir de su impacto e incluso destacados escritores y dramaturgos han sido libretistas de telenovelas.

Debido a algunos vacios estatales, una gran presencia de la iglesia y las pocas emigraciones, en Colombia el discurso de algunos intelectuales ha perdido legitimidad, cerrándose ante otras posibilidades de expresión. Barbero destaca el papel del intelectual como un observador critico de la sociedad y su tiempo, por ello no es necesario pararse en una trinchera y asumir una posición ortodoxa.
Luego de este balance el autor habla empieza a abordar el fenómeno de las atmosferas culturales y el desorden cultural producidos por la experiencia audiovisual. Las atmosferas culturales abarcan la tecno fascinación: “cultura del software que permite conectar la razón instrumental a la pasión personal” en esta la mercantilización así como el pasar de lo público a lo privado crean un nuevo orden social, la secularización y el desencanto donde se pretende liberar a la política del cualquier dogmatismo e incluso hay un desencanto hacia ella y la desintegración del horizonte socio –cultural común desaparecen las fronteras y hay una mayor difusión de los símbolos culturales de diversas comunidades.

La fragmentación, donde se dejan a un lado los grandes relatos por el exagerado flujo de la información y las nuevas formas de habitar la ciudad, que comprenden no solo lo físico sino también lo virtual, crean un desorden cultural, este es la presencia del medio audiovisual, que con su dinamismo e inmediatez cambia nuestra percepción de la cultura.
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